DIARIOS

miércoles, 11 de febrero de 2009

DIARIOS - DESARROLLO,DEMOCRACIA Y ASAMBLEAS EN MOVIMIENTO

Publicado por Página 12
Opinión
Desarrollo, democracia y asambleas en movimiento
Por Norma Giarracca *
La discusión acerca de cuánto contaminó ayer u hoy Botnia con sus dioxinas y furanos, La Alumbrera con su cianuro o Monsanto con su glifosato malsano no es lo central para quienes pensamos que el problema no reside en estas mediciones, sino en el modelo de desarrollo que se impuso (dictaduras mediante) y que ninguno de los gobiernos elegidos por esta democracia representativa estuvieron dispuestos a modificar en lo esencial. Por eso es necesario relacionar estas cuestiones que casi siempre aparecen separadas: qué modelo de desarrollo con qué democracia. Y quiénes los cuestionan.
El concepto “desarrollo” tiene mala prensa y algunos pensadores proponen incluso desterrarlo del acervo lingüístico de los nuevos pensamientos críticos. No se lo puede desligar del colonial sentido evolucionista que establece estadios para alcanzar la meta que sólo unos pocos países lograron a costa del saqueo de otros territorios y poblaciones. El “desarrollo” siempre fue presentado como esa meta imposible para nosotros en tanto carecemos de algo, somos gente sin algún atributo como consecuencia de “la raza”, “la cultura”, “la educación”, “el clima” o cualquier cosa que nos hace indefinidamente “subdesarrollados”.

En los tiempos posteriores a la segunda posguerra hubo un período en que la ilusión del desarrollo parecía hacerse realidad y los mercados laborales se habían convertido en dispositivos de inclusión dentro de sistemas de desigualdad parcialmente corregibles (pensemos en los gobiernos del primer peronismo) y un horizonte de derechos sociales fijado por el movimiento obrero, que justificaba la apuesta “desarrollista”.
Pero esos tiempos cambiaron (gobiernos militares represivos mediante) y lo que resulta difícil de comprender es cómo, con las características que la organización económica del capitalismo neoliberal ha asumido actualmente, se insiste en el mito. Hoy el “paradigma desarrollista” que se ofrece a través del gran aparato comunicador mediático es inequitativo, socialmente excluyente, generador de muy pocos ricos que son muy ricos y muchos pobres que son muy pobres; y, además, es devastador de los recursos naturales que representan la principal riqueza por la que el mundo globalizado disputa.
Ramón Grosfoguel, uno de los críticos del desarrollo, sostiene que para el pensamiento capitalista/colonial/moderno los pueblos fuera de los centros de poder están siempre en una situación de carencia: pasamos de ser “gente sin escritura” a “gente sin historia” y cuando llegamos al siglo XX pasamos a ser “gente sin desarrollo” y más recientemente “gente sin democracia”. Y siempre hubo un “gran otro” dispuesto a suplir esas carencias por nosotros y a proponernos modos de conocer(nos), imponiendo epistemes y produciendo verdaderos “epistemicidios” con otras formas de conocimiento que sustentaban otras formas de vida. En América latina la caracterización de “gente sin democracia” –como señalamiento que apunta a los países asiáticos y africanos– no es necesaria por ahora, porque existen democracias dóciles y obedientes al mandato de estos poderes económicos. Y aquellas que se animan a desconocerlo corren el peligro de caer en tales categorías (sólo escuchar atentamente la CNN para percibirlo).

Las “democracias representativas” están cuestionadas por quienes sufren en carne propia, en su vida cotidiana, en la salud o seguridad de sus hijos las consecuencias de este “desarrollo” y por otras personas que nos sentimos identificadas con estas luchas. Porque “en nuestro nombre” se habilitan legislaciones criminales para sustentarlo; “en nuestro nombre” se sacan leyes que permiten y subsidian actividades como la minería, se cambian otras que la prohibían; se veta una ley que protege a los glaciares; o “en nuestro nombre” se habilitan situaciones diarias que violentan un básico sentido del “buen vivir”.
Muchas de las poblaciones que rechazan estos desarrollos desconfían de la “representación”; desconfían de los partidos políticos y de las instituciones y proponen organizarse en las difíciles formas asamblearias como dispositivo de decisión practicando modos de democracia directa. Por supuesto que no se adjudican la representación del país sino que usan su pequeño espacio generado por la acción colectiva para pensar problemas que nos atañen a todos y, con la ayuda de los medios de comunicación y de otros actores, los ponen en la agenda de discusión pública. Porque la contaminación, la depredación de bosques, de glaciares, de la tierra, el modelo sojero que sustituye a una agricultura de alimentos, la contaminación de los ríos, son problemas de todos, no sólo de los grupos en resistencia.
Muchos de quienes critican este “de-sarrollo”, así como la degradación irreversible de las formas de representación política en todos los niveles, cuestionan radicalmente el mundo en que vivimos hoy aunque no sepan muy bien cómo ir construyendo su reemplazo. Y ésta es la mejor expresión del pensamiento crítico de nuestro tiempo: el que se permite actuar sobre lo que aún no existe, imaginarse una economía del buen vivir o formas de democracia directa, democracias pluriétnicas o un “mandar obedeciendo” e ir actuando en consecuencia. Un pensamiento que no propone subordinar la novedad a las viejas formas institucionales existentes y mantiene una sana indignación que suscita impulsos para teorizar y acompañar las nuevas experiencias.

* Socióloga, investigadora del Instituto Gino Germani (UBA).

domingo, 1 de febrero de 2009

AUTONOMÍA Y REFORMA AGRARIA

Publicado en Página 12
JOÃO PEDRO STEDILE, LIDER DEL MOVIMIENTO DE TRABAJADORES SIN TIERRAS
Autonomía y reforma agraria
“Los movimientos sociales deben mantener su autonomía de los gobiernos”, dice el líder del MST en esta entrevista concedida durante la realización del Foro Social Mundial. Para el dirigente, la reforma agraria clásica ya no alcanza.

Por Sandra Russo
Desde Belém do Pará
Su nombre va de boca en boca entre los pobres de Brasil. João Pedro Stedile lidera sin ningún rótulo el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil, y la Vía Campesina, el correlato que extiende esa lucha más allá de estas fronteras. Poco antes del inicio del Foro Social Mundial, el MST cumplió 25 años de una lucha que en sus inicios consistió básicamente en la toma de tierras por la fuerza, y en la reivindicación de la reforma agraria que, creyeron en algún momento, iba a facilitarse con Lula da Silva en la presidencia. Eso no sucedió, y los cambios que según explica Stedile adoptó el capitalismo en las zonas agrarias, hizo necesaria una reformulación de objetivos. El MST no ha roto los puentes con el gobierno petista, pero no se considera ni parte ni socio. “No nos importa quién gobierna. Si las medidas de un gobierno son a favor de nuestra lucha, apoyamos. Si son en contra, criticamos. Los movimientos sociales deben mantener su autonomía de los gobiernos. Es la única manera de mantener la lucha intacta”, dice este hombre joven, economista recibido en la UNAM mexicana, autoproclamado católico y de ideas marxistas “pero no de manual”.
En una entrevista realizada en una enorme escuela de Belém en la que el MST estableció su propio campamento, ante este diario, La Jornada de México, Il Manifesto de Italia y la agencia Reuters, Stedile explicó el presente del movimiento que lidera, el más grande y organizado de América latina. En sus orígenes, la construcción del MST no hubiera sido posible sin el apoyo físico y moral del movimiento de la Teología de la Liberación. La Pastoral de la Tierra brasileña cobijó sus primeros pasos y les dio consistencia. Desde algunos sectores del PT, los critican argumentando que dependen del Vaticano, lo cual no deja de ser una chicana. Nunca dependieron de ningún Papa, pero Stedile sí reconoce que la lucha de los Sin Tierra hubiera sido impensable sin “el trabajo de hormiga que durante años y años hicieron curas y monjas que estaban cerca de los pobres”.

Cuando terminó el acto en el que hablaron los cuatro presidentes invitados por el MST (Fernando Lugo, Evo Morales, Rafael Correa y Hugo Chávez), Stedile, que estaba en el panel, tomó la palabra y los acusó de “flojos”. Dijo que esperaba “cambios estructurales, que todavía no llegaron”. La suya fue una voz crítica en un acto en el que todo parecía colmado de optimismo. Lula da Silva no estuvo presente en la reunión con los movimientos sociales sencillamente porque no fue invitado. “Lo de ayer no fue un acto, fue un encuentro que tiene un largo camino. Empezó con la lucha contra el ALCA y dio nacimiento al Alba. Queremos intercambiar opiniones, porque contra el neoliberalismo, hasta aquí llegamos. Pero ahora hay que dar pasos hacia el cambio estructural”, dice Stedile, que no quiso “regañar a nadie, pero hay que señalar las responsabilidades de cada quien”.
“El capitalismo está en crisis, pero tratará de recomponerse a costa de los trabajadores. Estos son momentos en los que los actores políticos de la sociedad se mueven y generan oportunidades y alternativas. Las burguesías nacionales no tienen proyectos alternativos. Y la mayoría de los gobiernos de la región están proponiendo medidas que son medicina para el capital. Los movimientos sociales son los que deben elaborar el proyecto alternativo, partiendo de reclamar la soberanía sobre nuestras propias riquezas.”
Stedile no es exactamente escéptico, más bien es cauto ante el mapa político regional. “Sólo en Bolivia las masas se han transformado en poder. En los demás países, hay luchas, las reconocemos, pero están lejos de haber cambiado estructuras de poder.” El MST comenzó hace más de dos décadas impulsando una reforma agraria que aún siendo una meta hoy ya no tiene la misma forma. A lo largo de su historia, el MST lideró 7500 tomas de tierras, y en lo que va del gobierno petista, 2500. Pero el escenario no es el mismo que hace dos décadas, y la toma no alcanza. “La reforma agraria tradicional consistía en destruir los latifundios y repartir la tierra. Ese tipo de reforma ya no sirve por sí sola. Fue aplastada por el neoliberalismo. Las burguesías nacionales ya no dependen de los mercados internos. Han negociado con las transnacionales y ahora trabajan para el mercado externo. Imponen los monocultivos, destruyen el medio ambiente, monopolizan la venta de semillas, tienen las patentes de los transgénicos, entonces: ¿para qué queremos destruir latifundios y repartir las tierras si no hay semillas para plantar en ellas? El problema se profundizó, y nuestra lucha debe cambiar el eje. Creemos en una nueva matriz tecnológica, en la producción de alimentos sanos, y principalmente en la construcción de ciudadanía. Sin educación no tendremos ciudadanos.”

El MST es reconocido por ser uno de los movimientos sociales de la región que más importancia le dio desde su inicio a la pedagogía. Tienen su escuela de cuadros políticos, la Florestal Fernández, y está colaborando para crear en Venezuela la primera universidad campesina. A eso apuesta el movimiento, y el mismo Stedile dice que “si quieren saber quiénes liderarán el proyecto alternativo popular, no miren a los viejos. Todavía no son conocidos esos nuevos líderes. Se están formando ahora”.
Sobre el actual gobierno brasileño, Stedile dice que “el gobierno de Lula no es un gobierno de izquierda ni un gobierno popular. No lo digo yo, lo dice Lula. Lo apoyan sectores de izquierda, pero también la burguesía. Y entonces hay una medida que deja contentas a las bases, y otra medida que deja contenta a la burguesía. Nosotros creemos que la solución para nuestros problemas no es electoral. No buscamos popularidad. Si la buscáramos, no haríamos un movimiento social sino una banda de rock. Lo que el MST quiere es colaborar para que las clases populares acumulen fuerza, que aceleren su lucha, para hacer posible un reascenso de masas. ¿Cuánto falta todavía? No lo sabemos”.
© 2000-2009 www.pagina12.com.ar República Argentina Todos los Derechos Reservados